domingo, 27 de marzo de 2022

Gran Teatro: Otelo


El 27 octubre de 1961 TVE, a un día de cumplir cinco años de emisiones regulares, presentó ante su audiencia un dramático que se convertiría en el mayor éxito de crítica y público hasta ese momento, "Otelo". El espacio "Gran Teatro" que acogía esta obra se había estrenado en enero del año anterior con "En Flandes se ha puesto el sol" y desde entonces había ido ganando prestigio. Este contenedor teatral es uno de los precedentes más notables del luego mítico "Estudio 1" y Juan Guerrero Zamora fue su impulsor y principal director.  No era la primera vez que se atrevía con Shakespeare, ya había adaptado su "Julio César" en abril del 60 y precisamente eso le sirvió para saber lo que no funcionaba en aquella tele primigenia. En esa ocasión el famoso director decidió rodar en formato cine varias escenas de batalla campal, imposibles de reproducir en interior, para luego incorporarlas durante la emisión en directo con la técnica del telecine (conversión de las imágenes cinematográficas en formato vídeo). 


No quedó satisfecho con el resultado y para "Otelo" decidió lanzarse definitivamente a un lenguaje puramente "televisual" como él mismo explicaba en el número 200 de la revista "TeleRadio" para anunciar la emisión: "En Otelo era importante apartarse de una espectacularidad cinematográfica que requería la utilización del telecine. A mi juicio el telecine es un recurso que no es propiamente televisión. La televisión de Otelo que los espectadores van a conocer no serviría ni para el cine ni para el teatro: es exclusivamente televisión (...) De esta manera intento conseguir una espectacularidad más intensa que extensa, una espectacularidad de primer plano. Esto va a imprimir carácter a muchas secuencias". 


"Los recursos técnicos de que he tenido que valerme han sido muchos. He diseñado un gran escenario de piedra monumental y abstracta que ocupa todo el plató y que sirve como escenario único aunque los elementos se dispongan de manera distinta según las escenas. La sala de armas en la que sitúo la intriga entre Yago y Otelo estará simbolizada por medio de una especie de largo callejón de lanzas cruzadas, que me facilita hacer un juego escénico en zig-zag, muy en consonancia con el carácter de Yago. Luego desaparece el callejón y aparece el gran dosel, que es aposento de Desdémona". 

Unos veinte actores acompañados de sesenta comparsas se apiñaron en el decorado creado por Bernardo Ballester en el minúsculo plató del Paseo de la Habana. Francisco Morán (Otelo) Margarita Lozano (Desdémona), Pastor Serrador (Yago), Roberto Llamas (Casio), María Luisa Amado (Emilia), Enrique Cerro (Rodrigo), Luis Lasala (Ludovico) y Josefina Jartín (Blanca) en los papeles principales bajo las órdenes del exigente Guerrero Zamora que ejercía de adaptador, director y realizador con la ayuda de Marcos Reyes en las cámaras. Una realización, por cierto, limitada al uso de ¡dos cámaras!, Manuel Cabanillas y Justo Carballo. César Fraile se encargó de iluminar en esas difíciles condiciones. 


Francisco Morán, actor que se estaba bregando en TVE fue el elegido para encarnar el rol protagonista tras las infructuosas gestiones del director para atraer a estrellas cinematográficas al proyecto. Al final, según reconocía el propio Guerrero Zamora, ese "fracaso" fue su gran ventaja porque pudo dirigir a intérpretes "no viciados", actores a los que podía moldear a su gusto. Para Morán fue su primer gran triunfo tal y como confirmaba años después en una entrevista para la "Historia de TVE" que coordinó Baget-Herms para el suplemento "Tele-Día": "Otelo supuso para mí ganar el escalafón de protagonista. Fue mi gran oportunidad. Así me lo dijo Guerrero Zamora: O triunfas o te das el gran batacazo". 


Muy comentado fue en su día el desmayo de su compañera Margarita Lozano, fallecida por cierto el pasado 7 de febrero. Exceso de celo en la interpretación de la escena del estrangulamiento por parte de Francisco, dijo la prensa al día siguiente pero no fue eso en realidad. Morán lo explicaba en la entrevista citada: "Fue con el puñal que llevaba clavado en el pecho. Cuando fui a estrangularla, le di con él en la frente. Yo, la verdad, es que ni me di cuenta, de lo agotado y sudoroso que estaba por el esfuerzo. El grabar un dramático en directo es lo que tiene de verismo y de concentración, que te obliga a estar pendiente de tu propia interpretación."


El éxito fue total. La revista "TeleRadio" se vanagloriaba de ello dos semanas después de su emisión: "La realización de este título ha supuesto, en la historia de la programación diaria de TVE, un acontecimiento digno de ser considerado, con toda justicia, como uno de los mayores triunfos teatrales registrados ante las cámaras de los estudios centrales de Madrid. Ya el simple hecho de acometer la empresa, de montar una obra de la enorme dificultad de Otelo merecería elogio, simplemente por su intención pero, además, en este caso, J. Guerrero Zamora se hace acreedor a una de las mejores felicitaciones de su ya larga y segura carrera teatral, pues el montaje de la inmortal obra de Shakespeare supuso en TVE un verdadero alarde de precisión, tanto por la seguridad y belleza, de su planificación, como por la excelente coordinación de uno de los repartos de actores más numerosos que se recuerda en Televisión Española." Esto podría parecer poco objetivo teniendo en cuenta que esta publicación era la oficial de TVE pero si revisamos la crítica del entonces influyente Viriato en "La Hoja del Lunes" podemos comprobar que el entusiasmo ante esta versión fue generalizado: "La realización de Otelo fue resuelta en el único lenguaje posible: el de los primeros planos, el riesgo que esto supone respecto al intérprete y a su estado de ánimo. Y el empeño salió laureado: Guerrero Zamora pudo recrearse, ¡enhorabuena!, manteniendo aquellos a voluntad ya que en todo momento los personajes-eje estaban "en situación", tanta que el hecho de vivir la verdad les llevó a pequeñas catástrofes, como la imprevista rotura del ánfora y el desmayo real de Margarita Lozano". 

Desgraciadamente, como la obra se emitió en directo no fue grabada para la posteridad y, por lo tanto, no podemos visionarla hoy a modo de documento histórico. 

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