Hay ciertas tradiciones patrias que de tanto aparecer en la tele se han convertido también en liturgia televisiva y parece que llevan siendo parte de la programación desde el principio. Los Sanfermines son todo un clásico de TVE e incluso hubo un tiempo en que Cuatro quiso competir con la pública buscando las mejores ubicaciones y modernizando el lenguaje con el que se presentaba ante el espectador este evento que enamoró a Hemingway. Aparte de gustos personales (los míos están muy alejados de este tipo de acontecimientos), lo cierto es que el encierro de San Fermín en Pamplona parece ofrecer un gran atractivo para la audiencia y la Casa se esfuerza por mostrar cada detalle de esos dos minutos de carrera absurda tras los toros con multitud de cámaras y probando nuevas técnicas, la más reciente: el dron. Pero esto no sucede desde el comienzo de las emisiones regulares de la televisión en nuestro país, ni mucho menos. Tuvieron que pasar nada menos que seis años hasta que los técnicos se atrevieron a emprender tamaña odisea.
Fue en 1962 cuando desde el Paseo de la Habana de Madrid se envió la Unidad Móvil nº 2 a Pamplona para retransmitir los Sanfermines... o al menos intentarlo. Nadie se atrevía a asegurar que aquello pudiera salir bien porque suponía un esfuerzo técnico difícil de llevar a cabo. Un tenderete se instaló en las inmediaciones de la Plaza del Castillo para albergar las cámaras que captarían la llegada de los mozos desde la calle de la Estafeta perseguidos por los astados. Para que esas imágenes fueran recibidas por los espectadores de toda España (bueno, de parte de ella porque no todo el territorio recibía la señal todavía) se instalaron varios grupos de enlaces en un tiempo récord. El transmisor ubicado en la plaza enlazaba con el receptor-transmisor del fuerte de San Cristóbal (a 7 km. de Pamplona), ese con el de Mendaur (a 70km.), aquel con el de Jaizquíbel y finalmente se enlazaba con el puesto fijo de Sollube (Bilbao). Esos equipos de transmisión fueron transportados a Mendaur (1.130 m. de altura) en carros tirados por bueyes.
Dos cámaras más, una de ellas con cuatro objetivos, esperaban en la plaza de toros para captar la llegada de los animales y los recortadores y, ya por la tarde, la "fiesta del toro". Manuel Lozano Sevilla se encargó de narrarlo todo. Este crítico taurino de RNE fue el primer cronista especializado en "la fiesta nacional" de nuestra tele (antes incluso que Matías Prats) y se mostraba entusiasmado con las posibilidades que ofrecía el nuevo medio. El hecho de que una corrida pudiera ser vista al mismo tiempo por 2 millones de personas y que las cámaras captaran en primer plano el rostro del torero le fascinaba.
Aquel 1962, por primera vez TVE acercó los Sanfermines a todo el país pero no se convirtió en cita habitual hasta mediados de los ochenta y desde entonces no ha dejado de hacerlo. Otra cosa es si debe pero ese es otro debate.
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