Cuando se inauguró TVE nadie pensó que tener unos informativos diarios fuera algo necesario. Por eso tardaron unos meses en poner en marcha lo que en principio se llamó TeleParte (aludiendo al Parte obligatorio de RNE) y, más adelante, en imitación al Journal Télevisé francés o el TeleGiornale italiano, Telediario. En aquellos primeros años había tres presentadores, uno para cada edición: David Cubedo y Jesús Álvarez ponían cara a las dos principales, la de mediodía y la de la noche. Para la tercera edición, la de medianoche, se eligió a un joven pero experimentado periodista, Eduardo Sancho.
Este valenciano del 27 formaba parte de una nueva hornada de informadores, poco afectos al régimen, con grandes ganas de innovar, conocimientos de idiomas y mucha cultura. Reunían lo mejor de la generación anterior, voz grave de cuidada dicción y una apostura rayana en la diligencia militar, y añadían otros méritos. En definitiva, eran periodistas modernos, los más adecuados para un nuevo medio: la televisión. Cuando Sancho llegó al Paseo de la Habana ya había trabajado dos años en el "Houston Chronicle" tras una primera etapa formativa en el diario "Las Provincias". Era de los pocos españoles que conocía la tele como espectador, la norteamericana nada menos.
A lo largo de los diez primeros años de emisiones Sancho "ascendió" a la segunda edición del Telediario en sustitución de Jesús Álvarez en numerosas ocasiones y periódicamente realizaba entrevistas en directo en el mismo set del informativo a estadistas, políticos, escritores, artistas y personalidades de distintos ámbitos como Shakuntala Devi, "el cerebro electrónico", escritora y calculadora humana india de gran fama en la época (en la foto).
En 1960 a Sancho le encargaron un programa de entretenimiento pero con poso divulgativo, "La aventura de la música". Durante una temporada y en el escueto plató del Paseo de la Habana se organizaba un concierto con una pequeña orquesta sinfónica. Los episodios más celebrados por la crítica fueron aquellos en los que se homenajeaba a compositores como José Padilla (en la foto) que acudían a la cita y eran entrevistados por el siempre bien documentado Sancho que, además, tenía que compaginar esta ardua labor con la de los informativos y retransmisiones de todo tipo. Precisamente fue una de ellas la que le catapultó definitivamente al parnaso de los grandes periodistas televisivos.
El 15 de diciembre de 1960 y junto a otro grande, Federico Gallo, retransmitió desde la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas la boda de Balduino de Bélgica y Fabiola de Mora y Aragón. Fue el primer evento social de relevancia europea que emitía en directo a través de Eurovisión TVE y, según cuentan las crónicas, disparó la venta de televisores. Por supuesto no se conserva el sonido de aquel programa especial pero si nos fiamos de las críticas y crónicas de la época, Gallo y Sancho realizaron un trabajo extraordinario que sirvió de ejemplo para las siguientes emisiones de ese tipo. Eduardo siguió ligado a la presentación de informativos y a las retransmisiones hasta 1966, año en el que se estrenan las primeras corresponsalías. Él inauguraría la de Londres.
Sus crónicas telefónicas en directo se alternaban con los reportajes filmados por toda la geografía británica tratando temas políticos pero también de interés social. Gracias a Sancho los españoles de los sesenta aprendieron algunas costumbres puramente británicas o se enteraban de las novedades tecnológicas presentadas en ferias internacionales celebradas en Londres. Y todo eso sin perder su galanura porque Eduardo, no podemos olvidarlo, fue el primer "tele-bombón" de nuestra tele. Después el título lo heredaría otra joven promesa, Pedro Macía y sus ojos claros, pero nuestro homenajeado fue el primero.
Más adelante se encargó también de las corresponsalías de la República Federal Alemana y de Estados Unidos. En estos países tuvo la oportunidad de entrevistar a importantes personalidades. Algunas de esas conversaciones han sido recuperadas en los últimos años gracias a la digitalización sistemática del archivo cinematográfico de TVE. No olvidemos que hasta los 80 todas las noticias se filmaban en este soporte y, gracias a eso, han sobrevivido buena parte de ellas. El celuloide no se podía reutilizar, como sí el vídeo, razón por la cual (como ya hemos repetido hasta la saciedad aquí) no se conservan tres cuartas partes (cálculo totalmente arbitrario) de los programas de los primeros 30 años.
En los 70 regresa a España para dirigir el Centro Territorial de su Valencia natal y, durante un tiempo, RNE en la misma región. Allí puso en marcha el primer informativo en valenciano. En el 78 es reclamado de nuevo en la delegación de Londres y desde allí le toca retransmitir otro importante bodorrio, el de Carlos de Inglaterra con Diana Spencer en 1981
|
Foto de Silvia Domínguez durante la grabación de "Las caras de la noticia" para Canal + |
En 1982 retorna, una vez más, a Valencia para dirigir el Centro Territorial del que le habían destituido, aparentemente, por su procatalanismo y su "excesiva" cercanía al PSOE. Allí tuvo que hacer frente a una evidente falta de medios técnicos y la constante vigilancia de aquellos cercanos a la derecha que no le perdonaban una. Absurda presión para un profesional que había tenido que bregar con la censura, ser la cara de unos informativos claramente serviles al franquismo y que se había presentado voluntario para irse al extranjero y ofrecer así información más veraz y con menos cortapisas. En 1985 fue destinado de nuevo a Madrid pero ya a Torrespaña donde se jubilaría como redactor de los informativos de fin de semana.
En los últimos años ha reaparecido para dos documentales, "La noche del Telediario" en la Uno y "Las caras de la noticia" en Canal Plus (en la foto) para recordar sus primeros años en los primitivos noticiarios de nuestro país. Más recientemente ha recibido varios homenajes en su tierra muy merecidos. Eduardo Sancho es el único superviviente de esa primera etapa del Telediario y sólo por eso merece una reivindicación pero si además valoramos su carrera posterior y su valentía a la hora de abordar ciertos temas desde el exterior, más aún.