Dos genios de la televisión, cada uno en su campo pero con varios puntos de coincidencia. Han sido reconocidos como dos de los grandes descubridores de talentos de nuestra pantalla y por eso no es de extrañar que ambos se admiraran profundamente. Aprovechaban cualquier ocasión para reconocer públicamente su respeto mutuo. Si Don Jesús siguiera vivo estoy seguro de que sería el primero en celebrar el Goya de Honor a su venerado amigo con un "Ya era hora" aunque con su habitual verbo florido y desbordante. Esta fascinación recíproca venía de lejos. Hermida contaba en mayo de 1979 en la revista TeleRadio una anécdota de 1967 que le había dejado totalmente epatado: "Yo, mientras me traen un café que Chicho endulza con sacarina, me
pienso en un momento de hace doce años o más, un momento de una noche
que iba yo por los pasillos de Prado del Rey, donde los controles, y
allí estaba Chicho y yo me hacía cruces deverlo. Porque allí estaba Don
Chicho, delante de un micrófono, con un cucurucho de papel en la boca. Y
soplaba, y cómo soplaba Chicho: "Fu, fu, fu, fu..." Y cuando ya
descansó de soplar le pregunté: "¿Qué haces?" Y Chicho dijo: "Ya ves,
nada... Un sonido que me falta en el programa". Y Fue entonces cuando me
dio un pasmo y una admiración y una humildad grandísimos". Aquella era la introducción a una largamente acariciada entrevista al maestro que tardó años en producirse. El excorresponsal en Nueva York aprovechó su sección de charlas con compañeros para intentar abordar al inabordable. Aquel primer encuentro entre dos ases de la pantalla nos dejó una conversación para la historia, un diálogo brillante, desde la curiosidad del profesional, con respuestas sinceras, lentas y dubitativas pero acertadísimas del maestro.
- Siempre haces el programa que te gustaría ver no como Chicho el realizador, sino como Chicho el televidente...
- Exacto. Pero además, me pongo, trato de ponerme en el papel de un espectador medio.
- Bueno, defíneme el espectador medio, anda... O mejor, por ejemplo, ¿es culto, no es culto...? Todo eso, ya sabes...
- No, no, no, no... El televidente medio es, simplemente un señor que está viendo una cosa en su casa... Sí, sí, porque el aparato condiciona mucho, la pequeñez de la pantalla condiciona mucho. Lo que te rodea no es un grupo silencioso de espectadores, como en el cine o en el teatro. Entonces, para llegar a ese señor... a ese señor... bueno, a es señor le estás hablando en su propia casa y con ese señor tienes que conectar, tienes que ser muy sincero y, si pudieras sacar tu mano por la pantalla, tendrías que palmearle la espalda...
Por entonces Jesús había regresado de Estados Unidos y estaba presentando un programa semanal sobre información internacional que no aprovechaba en absoluto sus posibilidades. El comunicador se veía totalmente encorsetado así que esta conversación publicada en la revista oficial de la propia TVE no era un disparo al aire:
- Cuando tú haces un programa o cuando alguien se sienta
ante la cámara, yo mismo... ¿debemos seguir nuestros instintos o debemos
aplicar una serie de reglas que antes hemos aprendido?
- Esos
instintos son los que se tienen en casa... uh... Me explico: cuando tú
preparas un programa, cuando lo prepara Alfredo (Amestoy), cuando yo
mismo... debemos, absolutamente, dar rienda suelta a nuestros instintos,
que no son otra cosa que la creatividad... para que luego, cuando
lleguemos a plató, no nos empiecen a recortar... No, no, lo que sea lo
debes expresar como tú lo has sentido.
Y tras definir a Hermida como hombre-imán para el espectador le daba una lección de cómo encumbrarlo o... hundirlo con la realización:
-
Te dejaría hablar. Y como soy amigo tuyo, te sacaría con un plano
medio, la cámara puesta en ti, sólo en ti, sin nada más. Pero en estos
momentos, si fuera enemigo tuyo...
- Dios me coja confesado...
- Entonces, si fuera enemigo tuyo... les haría un plano a la señorita y al caballero...
- Ya te veo venir...
- Porque la señorita y el caballero, por Dios, no se me enfaden ustedes... pues están como...
- Digamos que parecen encontrarse en una situación de hastío, Chicho.
-
De hastío, eso es... Entonces yo les hago un plano así, como están
ahora, y mientras tú hablas... pues yo intercalo ese plano de ellos que
están... pues ya lo hemos dicho, de hastío... Y entonces, Jesusito, yo
te tiro abajo, totalmente, lo que estás diciendo...
Poco tiempo después Hermida consiguió que le dejaran presentar un programa de entrevistas en una franja muerta, la que seguía al Telediario Primera Edición. El éxito fue inesperado para los jefes y el periodista por fin se sintió más libre ante las cámaras. El 27 de octubre de 1980 invitó a Chicho pero en vez de llevarlo al pequeño plató decidió llevarse las cámaras comandadas por Luis Tomás Melgar a un control de realización para que el director del "Un, dos, tres" se sintiera más cómodo. Reconocía Chicho que era la primera vez que aceptaba una entrevista larga televisada. Casi un año antes, en la charla de TeleRadio habían hablado sobre la siempre inesperada respuesta del público.
- Ah, la audiencia...
-
Yo, ya te he dicho, pienso siempre en la audiencia y no pienso en el
éxito, ¿eh?, no pienso en el éxito fácil. Cuidado, porque... uh... de lo
único de que estoy un poquito seguro es de conocer, bastante, el poder
de recepción... la receptividad del público... Entonces, creo que lo
honesto es hacer programas populares... que puedan llegar al público,
que puedan gustar, que puedan... hacer vibrar.
A buena fe que Ibáñez Serrador trabajaba para la audiencia.