Mediados de los 60. El franquismo quiere usar la tele para promocionar una nueva imagen del país, la de un estado libre y moderno, en absoluto bajo una férrea dictadura. Ahí comienza la "Operación Premio" de la que hemos hablado varias veces aquí y que supone el encargo de "obras únicas" destinadas a festivales internacionales que no se atenían a las normas de la censura imperante ni a los presupuestos habituales. Chicho Ibáñez Serrador, Antonio Mercero y Valerio Lazarov son los grandes artífices de estos triunfos en certámenes de todo el mundo pero también hay otros "teleastas" que consiguieron distinciones prácticamente olvidadas hoy. "Un mundo sin luz" es uno de los ejemplos más flagrantes. Este dramático dirigido y realizado por Pedro Amalio López con guión de Alfredo Muñiz basado en un relato de Carlos Buiza fue galardonado en el IV Certamen Internacional de Berlín con el Gran Premio Placa de Oro a la mejor producción dramática con el tema "Mundo del futuro" y también con el Premio Internacional del Jurado de la Juventud, Placa de Plata. ¿Quién lo recuerda hoy? Cuatro gatos. No ha conseguido trascender a su época como "El asfalto", "El irreal Madrid" o, sobre todo, "La cabina".
"La tierra ha llegado a tal grado de egoísmo, pobreza y maldad, que los habitantes de un mundo diferente deciden raptar a todos los niños. No es digna la raza humana de poseerlos. El único que podría salvarse, renunciando a su condición de hombre, es un piloto de aviación que tiene alma de niño... Esta producción es un mensaje urgente para un mundo que vive de espaldas al amor." Con esta breve sinopsis resumía su argumento el Anuario de TVE de 1969, en un catálogo que servía de epílogo apoteósico para presumir de los honores obtenidos en los últimos años a lo largo de toda Europa con las producciones patrias. El piloto estaba encarnado por Fernando Guillén con una economía gestual desprovista de toda afectación que hacía su interpretación creíble y perfecta para no convertir este especial en algo lacrimógeno y risible. Manuel Torremocha, Marisa Paredes, Rosa Luisa Goróstegui y Agustín González, entre otros, le secundaban.
Estrenado el 27 agosto de 1967, cumpliendo al límite el requisito indispensable de su emisión antes de concurrir al festival, una semana después fue premiado. Fue una sorpresa que esta pequeña distopía alcanzara tal éxito en Alemania. El diario "ABC" informaba unos días antes de conocer el resultado de la deliberación del jurado: "No nos ha gustado y lo afirmamos independientemente del resultado que obtenga en Berlín (...) Bien, el guión es una mezcla de realidad y ciencia ficción que casa mal. Le falta garra, emoción y le sobran prejuicios y énfasis. Diríamos que el señor Muñiz ha sido excesivamente minucioso en su empeño, demasiado rígido y conceptuoso. A una idea así le iría mejor un guión más "suelto" y desenfadado, menos terrorífico y literario. Menos infantil, incluso. Porque el grave defecto, a nuestro juicio, es su planteamiento y desarrollo a lo "cómic", como si se tratara de un relato previsto para ese subproducto literario de algunas revistas ilustradas para adolescentes".
Sin embargo, un crítico tan lúcido como Baget Herms publicó en su día al informar sobre el premio: "Ha sido, por tanto, el triunfo de unos profesionales "hechos" y crecidos en la televisión española (...) que no han desfallecido en ningún momento, trabajando siempre con entusiasmo y honradez hasta conseguir ese éxito a escala europea que Pedro Amalio ya merecía muy sobradamente desde hace tiempo, desde el día en que montó "Las brujas de Salem" para citar un ejemplo". Y es que "Un mundo sin luz" era un dramático modesto, realizado íntegramente en estudio, supliendo con mucha imaginación y gusto la falta de presupuesto. Cualquiera diría que era una apuesta "de segunda" para comparecer en festivales y que venía a rebufo de otra distopía también basada en un texto de Buiza, "El asfalto" dirigida por Chicho y que un año antes se había llevado la Ninfa de Oro y la Paloma de Plata en Montecarlo además de un reconocimiento especial de la UNDA al mejor guión. Sea como fuere, "el jurado aprecia la audaz tentativa de hacer valer la paz como único futuro viable para la humanidad sin caer en un confuso sentimentalismo. La pureza infantil se enfrenta descarnadamente a un funcionalismo materialista incapaz de toda responsabilidad. La puesta en escena triunfa y convence por su autenticidad (...) Nos hemos esforzado en designar el programa capaz de tocar a cada uno de nosotros... Podemos imaginar un futuro de máquinas pero importa antes la humanidad. En la aportación española encontramos la humanidad que buscábamos. El niño español de esta producción simboliza esta humanidad, el deseo y la esperanza de un futuro donde la dignidad del hombre sea respetada" declaró el presidente del jurado, el danés Laurits Binslôv, durante la entrega del galardón.
Recientemente fue recuperado por la web Archivo RTVE:
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