Alfred Hitchcock fue uno de los primeros directores de cine que supo ver las múltiples posibilidades que ofrecía la televisión y quizás el único que en pleno apogeo de su carrera fílmica aceptó que su ya famosísimo nombre diera título a una serie que además se encargaría de coordinar y, puntualmente, de dirigir algún episodio. Desde octubre de 1955 hasta septiembre de 1965 estaría en antena, todo un récord. Si añadimos que dos cadenas, CBS y NBC, se pelearon continuamente por sus derechos (lo que devino en cambios de canal en sucesivas temporadas), que amplió su duración de media a una hora en 1962, que hubo un revival en 1985 y que la original es continuamente repuesta en canales de medio mundo, podemos decir que es un clásico que nunca muere, como sus mejores películas.
No hay ninguna duda de que su presencia ante las cámaras, no sólo en la cabecera sino también en las presentaciones y despedidas, fue fundamental para afianzar esta serie ante un espectador ávido de emociones y que sabía que Hitchcock era sinónimo de suspense, de emoción y de humor negro. No podemos decir que también lo era "de calidad" porque en aquella época todavía no habían llegado a EE.UU. los ecos de la reivindicación que se estaba realizando en Europa de su trabajo y hasta 1966 no fue publicado el libro de análisis de su obra que le dedicó otro genio, François Truffaut. La crítica norteamericana despreciaba continuamente sus estrenos, lo consideraba poco más o menos que un buen artesano que sabía utilizar muy bien los trucos que permitía la técnica para realizar películas efectistas para un público poco exigente. ¡Cuán equivocados estaban!
El maestro británico no decepcionaba a su audiencia y semana a semana sorprendía con historias totalmente originales en aquella pacata televisión, mucha más propensa a las sitcom con familias perfectas que a presentar a perdedores que huían hacia adelante, timadores de tres al cuarto, viejecitas con secretos inconfesables o, simplemente, personas que se encontraban en situaciones sin salida y, generalmente, escogían el peor camino posible para intentar salir de ellas. Es más, era frecuente que en los capítulos el mal saliera vencedor, contraviniendo descaradamente el estricto Código Ético imperante en la televisión de los cincuenta/sesenta. ¿Cómo se las arreglaban para evitar la censura? En la despedida Hitch explicaba que finalmente un tontísimo error o una feliz casualidad había hecho que se pillara al delincuente en el último momento así que el bien triunfaba. Una genial manera de aplicar la ironía y vencer al malo de verdad, el censor.
En aquellas míticas introducciones el director también aprovechaba para meterse con los anunciantes. El espectador (y también los que pagaban aquel programa) sabía que su frase "And now a word from our sponsor" sería continuada de algún chistecillo que mostraba a las claras su desdén por aquellos señores que se empeñaban en interrumpir el episodio con horribles spots. "Igual que no hay rosa sin espinas tampoco hay programa sin anuncios" dijo en una memorable ocasión y eso resume su filosofía. ¿Y por qué aguantaban las empresas anunciantes tamaño desprecio y seguían pagando la producción de aquella serie? Muy sencillo: tenía un buen rating y eso suponía que millones de espectadores verían su patrocinio así que, a pesar de todo, les resultaba beneficioso.
Aquellas presentaciones serían imitadas no sólo en su país (Rod Serling por poner sólo un ejemplo, seguiría su dinámica pero con un estilo bien diferente en su serie "The Twilight Zone" en 1959) sino también en el nuestro. Chicho Ibáñez Serrador reconocía sin rubor su deuda al Maestro del Suspense (pronunciado en aquella época "suspens" o "suspans", es decir, a la francesa). Pero no podemos limitar la importancia de esta antología (los capítulos eran completamente independientes) a la firma ineludible de su creador. Escritores como Ray Bradbury, James P. Cavanagh (Emmy por el capítulo "Fog Closing in"), Robert Bloch o Charles Beaumont escribieron capítulos o bien permitieron que alguno de sus relatos fuera adaptado y directores como Robert Stevens (Emmy por "The Glass Eye"), Ida Lupino (también actriz y una de las poquísimas directoras de cine de la época), Robert Altman (sorprende, ¿eh?), Robert Stevenson (el de "Mary Poppins") y hasta miembros de lo que después se conocería como "New Hollywood" como William Friedkin tendrían bastante libertad creativa a pesar de la férrea vigilancia del Jefe. El propio Hitch dirigió 17 episodios.
Entre los actores encontramos muchos de los que formaban parte de su elenco cinematográfico como Joan Fontaine, Vera Miles, Joseph Cotten, Peter Lorre o Jessica Tandy, otros muy famosos pero que sólo trabajaron con él en televisión (Vincent Price) y algunos que eran prácticamente novatos y que después se harían importantísimos (Robert Redford, Steve MacQueen). Su hija Patricia (que ya había intervenido en "Extraños en un tren" y en "Psicosis" más tarde) fue una presencia constante en la serie.
A España la serie llegó muy pronto, en el verano de 1961, cuando aún no se habían cumplido cinco años del comienzo de las emisiones regulares de TVE. Los viernes a las 22.30 H con el patrocinio de Nestlé y hasta finales de septiembre se emitieron doce capítulos precediendo al programa de teatro de referencia de la época, "Fila 1". Un éxito entre la escasa audiencia de la tele patria por aquella época que aumentó cuando volvió en 1963 a la parrilla, una temporada en la que convivía con otras series norteamericanas de gran éxito como "Perry Mason" y los programas "Ésta es su vida" y "Amigos del lunes", es decir, quizás la primera época dorada de la televisión española.
Tres años más tarde se aprovechó el tirón de esta serie (y de otras) para lanzar la UHF, la nueva cadena que más tarde conoceríamos como "Segundo Programa", "Segunda Cadena" o, simplemente, "La 2". En 1966, cuando se inauguró tras un breve período de pruebas, no llegaba ni a la mitad del territorio nacional y se planteó desde el primer momento como una alternativa a la Primera, mucho más comercial y popular pero con ciertas concesiones como la de la serie que nos ocupa que, por cierto, aquí apocopaba su título para dejarlo en el apellido del director aunque también fue renombrada en ocasiones (y según la revista "TeleRadio" que era la única que anunciaba la programación) como "Sospecha" o "Suspense".
A mediados de los ochenta la serie se repuso en TVE y a finales de la década también en las autonómicas. En 1988 se emitió en la Primera el revival con las presentaciones originales coloreadas convirtiendo a Don Alfredo en la primera persona en volver de la muerte (virtualmente) para ser presentador. Su horario, los lunes a las 23.30 H, impedía a niños como este servidor verla, excepto si el martes era festivo y nuestros padres lo suficientemente permisivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario