Su presencia fue constante en la tele de los ochenta, aquella que no tenía miedo a reinventarse, esa que se atrevía a darle la vuelta a los géneros más clásicos y convertirlos en productos de autor. Ignacio Salas, periodista, director y presentador de decenas de formatos desde los 70 hasta finales de los 90, ha fallecido hoy a los 70 años a consecuencia de un cáncer. Hacía años que vivía apartado del boato televisivo (y de lo que no es boato también, no olvidemos que él era un profesional fijo de TVE y que ahí le tocó hacer de todo), por eso cuando hace un año Miguel Herrero le pidió (encarecidamente) que escribiera el prólogo de su libro "Los 80 responden otra vez" se mostrara bastante reacio. "Estoy muy poco cualificado como analista de la época pero, desde esta particular atalaya, sospecho que la clave del éxito de los 80 fue la libertad. Una libertad que se venía gestando desde que a la tele se le subieron los colores y se empezó a enterrar a la España en blanco y negro, y que llegó acompañada de ilusión, ganas, entrega, espíritu de equipo y complicidad" dice en ese libro y es aplicable a todos los trabajos de los que fue responsable en esa época dorada de TVE.
En realidad el camino de Salas se había iniciado mucho antes, en los setenta, como redactor de informativos. Comenzar carrera televisiva en plena Transición marcó su forma de hacer. Se había jubilado a los locutores de los Telediarios y gente como Lalo Azcona, Eduardo Sotillos o Joaquín Arozamena llenaban la pantalla de explicaciones, gestos y afán divulgativo. Curiosamente a Salas le tocó durante un tiempo trabajar para "Última hora", el informativo de medianoche dirigido y presentado por el único superviviente de los noticiarios institucionales de la década anterior, Pedro Macía. Su voz, fácilmente reconocible, esa forma de locutar casi sin pausa, comenzó a escucharse en los reportajes y, ocasionalmente, reconocíamos su figura en las encuestas a la gente de la calle, muy populares en esa etapa, por fin se daba presencia a los ciudadanos.
Un poco más tarde, en 1980, Ignacio ya había ascendido a subdirector de "Tribuna de la Historia", presentado por José Antonio Silva (a la izquierda de la foto) e incluso durante una breve temporada, a director. Con motivo del programa nº 100 escribía en TeleRadio: "Se han logrado romper ciertos prejuicios académicos hacia la "caja tonta", transformar el recelo -de los que han participado- en generosa y entusiasta colaboración, limar asperezas nacidas de distintas interpretaciones o posturas profesionales encontradas, dar a conocer la presencia y el verbo de las más destacadas figuras del conocimiento histórico, demostrar que con altura científica pueden, y deben, ser tratados los más controvertidos temas desde las posturas más antagónicas... en definitiva, lograr que un programa experimental alcance su mayoria de edad". Sí, son palabras del cachondo presentador que conocimos poco después. Ignacio Salas Lamamié de Clayrac (así firmaba entonces) era capaz de disociar su trabajo como director de una tertulia seria de su labor posterior como showman.
Tan sólo tres años después llegó su particular salto a la fama acompañado de otro guionista de la Casa, Guillermo Summers. Ambos se pusieron al frente del nuevo programa de avance de la programación de TVE. Partiendo de la base de "625 líneas", que había triunfado en los 70 clamorosamente, y olvidándose de sus inmediatos (y sosos) predecesores, decidieron aprovechar la oportunidad para ejercer la autocrítica más bestia. Anunciaban la parrilla de la siguiente semana, sí, pero además se reían de ella... y también de ellos mismos. "Y sin embargo te quiero" debería haber sido un programilla de relleno y se convirtió en la sorpresa de la temporada 1983-84. Confesaba Salas en el prólogo ya citado: "Queríamos ser dignos herederos de "625 líneas" pero salpicándolo de guiños al espectador, complicidades, participación colectiva y autocrítica gamberra". A buena fe que lo consiguieron y, de paso, se convirtieron sin quererlo en las nuevas estrellas de la tele. Tanto éxito tuvieron que realizaron el programa de Año Nuevo del 85 al 86, "Si te he visto, no me acuerdo", una locura maravillosa que casi mata a Salas por exceso de horas en la sala de edición. Al finalizar esta etapa, TVE no quiso dejar escapar a estos nuevos e inesperados iconos de la transgresión ochentera y continuaron formando dúo en "Segundos fuera" (en la foto) al año siguiente aprovechando las posibilidades infinitas del montaje y en "Juegos sin fronteras" en el 88.
Aquel mismo año acompañaron a José Luis Coll en "La hora del TPT", un ambicioso proyecto de microconcursos diarios que se solucionaban en una larga edición dominical y en la que Salas y Summers colaboraban como humoristas. Nunca se sintieron cómodos con aquella definición. Varias salas de fiestas quisieron contratarlos para que hicieran su numerito, al estilo Martes y Trece en Cleofás, pero ellos se negaron, de la misma manera que rechazaban el apelativo de los nuevos Tip y Coll que empezó a repetirse en la prensa de la época. Se consideraban guionistas profesionales a los que les tocaba dar la cara puntualmente. Por cierto, lo del TPT fue un fracaso que separó a la pareja provisionalmente o, más bien, los separaron (ya sabemos cómo son los directivos televisivos) aunque siguieron apareciendo como dúo en varias campañas publicitarias.
Para Ignacio llegó una nueva oportunidad ante las cámaras en 1989, "Juego de niños", sucediendo a Amparo Soler Leal y Tina Sáinz: "Por vez primera era el "prota" de un programa de la tele y eso multiplicó peligrosamente mi popularidad. Yo no había nacido para popularidad televisiva y la fama era un traje que me venía demasiado grande. Decidí no estar más de un curso de profe en ese cole y después de los exámenes sugerí el nombre de Sardá para que me sustituyese" confesaba en el texto introductorio de "Los 80 responden otra vez". Comenzó entonces un largo caminar por destinos absurdos para el genial guionista. Posiblemente el más injusto fue en "Cartelera TVE" donde realizaba un resumen semanal de vertiginoso montaje de la semana anterior en las dos cadenas del Ente. Totalmente insuficiente para un hombre con tanta creatividad.
Los noventa volvieron a unirle a su gran amigo y cómplice de mil batallas Guillermo Summers. Se pusieron una vez más en la piel de anunciadores de la programación en el especial "Esto es Joyibú" y en 1993 regresaron triunfales a la 1 con "Objetivo Indiscreto". Audiencias millonarias que fueron premiadas en la siguiente temporada... con el paso a la 2 los lunes. En 1996 Salas tuvo que comerse un marrón importante al dirigir "Mañanas de Primera", un engendro matinal con Laura Valenzuela, su hija Lara Dibildos, Tate Montoya y Teresa Viejo intentando competir contra María Teresa Campos, recién emigrada a Telecinco. Apenas duró unos meses en el cargo... cosa que debió agradecer a los hados televisivos. En 2000 esos mismos hados le reunieron una vez más con Summers en "Al habla", un concurso sobre el lenguaje en el que también ejercía de guionista. Más interesante le resultaría su nombramiento como Presidente de la casi recién nacida Academia de la Televisión, cargo que ocupó con la mayor dignidad posible (y no era fácil) hasta 2006, año en el que volvimos a verlo (más bien distinguirlo) con su inseperable Guillermo en la Gala de los 50 años de TVE.
Discretamente se alejó de los espectadores y ahora nos enteramos de su fallecimiento. La noticia nos ha traído a los que superamos la treintena muchas imágenes a la memoria, y todas buenas. De una época en la que un guionista podía ponerse delante de la pantalla para hablarnos de la tele desde la autoparodia. Si te he visto, Ignacio, lo recuerdo perfectamente. Gracias por enseñarnos a ver la tele de una manera distinta.
Fotos: revistas Tele Radio, TP y TeleIndiscreta
Inolvidable Ignacio Salas.
ResponderEliminarMuy bueno, Alejandro. Resumen muy ilustrativo en el que se pueden leer aquellas incongruencias de la tele nacional en la que, especialmente a partir de cierta época, se empezó a denostar a las estrellas de la casa y a dar bombo a las semillas del cutrerío de hoy.
ResponderEliminarEs verdad que Ignacio siempre intentó afearse todo lo que pudo para que no lo tomaran como lo que nunca se sintió: una estrella. Tanto él como Guillermo siempre fueron bastante humildes en ese sentido y se alejaron del comportamientos de diva.
Con aquella difícil locura de Objetivo indiscreto, llegaron a desbancar desde La2 a Quién sabe donde. Pero llevar un formato de programa como aquel hasta esas cotas y defenderse de la dirección de TVE, desgastó al equipo de sobremanera y disolvería la dupla Salas&Summers.
Gracias por tu testimonio (que parece que es de primera mano) y por tus palabras de ánimo.
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