David Cubedo a punto de iniciar el Telediario en 1957 |
El día que TVE comenzó sus emisiones regulares, el exiguo estudio del Paseo de la Habana estaba al límite de su capacidad. Entre los trabajadores, los artistas invitados, el Ministro de Información y Turismo que inauguraba el invento y sus acólitos y todos los jefecillos que no querían perderse el evento y que iban acompañados de familiares o amigos... el aforo estaba completito. Ese era un día de fiesta, la programación que se convertiría en habitual comenzaría al día siguiente, 29 de octubre de 1956 y entre todo aquel jaleo uno de los locutores pioneros, David Cubedo, se hizo consciente de que nadie había pensado en los informativos. El periodista, proveniente de RNE, lo comentó a los directivos, según el mismo contaba años después, y le respondieron que ya habría tiempo para eso. Se lo tomaron con mucha calma, un año después, en otoño de 1957, se estrenaba el TELEDIARIO.
Jesús Álvarez presentando el Telediario a principios de los sesenta |
Cubedo presumía, con o sin razón, eso parece difícil de probar hoy, de que fue él quien insistió en la necesidad de montar unos servicios informativos para la tele pero el historiador Baget-Herms aseguraba que "los hombres que ponen en marcha el proyecto son Ángel Marrero, José de las Casas, Javier Alonso, Francisco Velázquez, Manuel Díaz y Jesús Álvarez, este último como locutor aunque si se hace preciso también puede "echar una mano" en la redacción" (Historia de TVE publicado en el suplemento "Tele-Día"). A los pocos meses el Telediario tiene ya dos ediciones, la primera en torno a las 15.20 h presentada por David Cubedo y la de las 21.45 h (también hora aproximada) por Jesús Álvarez. En 1958 el propio Cubedo presentaba también los lunes justo antes del cierre de la programación "Edición Especial" que fue el primer ensayo para la tercera edición.
El primer control del Paseo de la Habana durante la emisión de un TD en 1957 |
En realidad muchos tenían dudas de que fuera necesario tener unos servicios informativos, total, en plena dictadura poco se podía informar. Hablamos de una época en la que todas las cadenas de radio tenían que conectar con “El Parte” de RNE autorizado por la Censura, no se permitían boletines propios, no fuera a ser que contaran algo no permitido. De ahí que nuestros abuelos sigan diciendo eso de “voy a ver qué dice el Parte”, como si de un servicio militar se tratara. Aquel primer noticiario de la tele era más bien radiofónico porque realmente no tenía imágenes, un motorista llevaba los papeles con la información pautada desde RNE hasta el chalecito del Paseo de la Habana y los presentadores leían “a pelo” esa información. Poco a poco se fueron añadiendo fotos, mapas, algún dibujo o rótulos en el atril que servían para complementar las palabras del locutor de turno.
¿Quién era esta buena mujer al lado del rótulo del Telediario? Posiblemente la protagonista de una noticia que era entrevistada en directo. Foto de Bariego. |
Para evitar que el programa consistiera simplemente en un señor leyendo de un papel se ofrecían entrevistas en el propio plató a alguno de los protagonistas de las noticias del día (o de la jornada anterior, que en esto no eran muy estrictos) y también "comentaristas" (todos afectos al régimen, casualmente). A esos señores, todos muy serios, se les comenzó a llamar popularmente "bustos parlantes" aunque con el tiempo eso se extendió también a los locutores... que no eran precisamente simpáticos. Es importante recalcar que esa corrección y encorsetamiento eran exigencia de la Casa y que incluso existían multas por “salirse del tiesto”. Si había una equivocación y se consideraba “falta”, multa al canto. No se andaban con chiquitas, por eso cuando vemos fragmentos conservados de aquellos telediarios nos parezcan “casi artificiales”.
Un locutor (¿Jesús Álvarez?) preparado para leer noticias "en off" (sin aparecer en pantalla). |
Al poco tiempo la Casa América les ofreció gratuitamente imágenes pero no siempre eran de actualidad así que las aprovechaban cuando podían aunque fuera con excusas peregrinas. Más tarde se suscribieron a los servicios de alguna agencia y también a los de imágenes de la poderosa CBS, cadena estadounidense que era la referencia informativa en aquella época. Eso en cuanto a lo internacional, que era lo menos controlado por la estricta censura. Lo nacional estaba absolutamente dirigido por la Dictadura así que se usaban las imágenes que mandaba el famoso NO-DO. Tardarían unos años en mandar reporteros a la calle con cámaras de cine de formato casi aficionado y eso precisaba un revelado y montaje, así que normalmente no se emitían hasta uno o dos días después. Se montaban a mano y hacían cálculos de la vieja: unos 10 metros de celuloide equivalían a un minuto de imagen. Si querían sonido tenían que llevar un aparato aparte que pesaba varios kilos y luego sincronizar la banda sonora con la de imagen.
Una de las primeras versiones de la cabecera del Telediario animada por los Estudios Moro |
Poco a poco el Telediario, a pesar de todas sus limitaciones, se iba haciendo un hueco entre la audiencia y la bola del mundo sobre la que giraba el título se hizo popular. Aquella cabecera, una de las primeras filmadas de TVE, fue animada por los Estudios Moro, famosos en toda Europa por sus anuncios y que a mediados de los sesenta conseguirían un enorme impacto con la familia Telerín. Durante varios lustros fue esta compañía la que animó todas las cabeceras del informativo, evolucionando al mismo tiempo que la tecnología lo permitía.
En cuanto a la puesta en escena, más simple imposible: una mesa con un micrófono y un panel de madera fue el primer decorado. Enseguida llegó el famoso mapamundi en diferentes formas, pintado, en relieve...
Eduardo Sancho a principios de los sesenta |
Enseguida se añadió una tercera edición que se emitiría a partir de las 23.30 h pero dependía de la duración del programa estrella de la noche o la serie de turno. El periodista Eduardo Sancho fue el encargado de ese último Telediario. El tele-prompter o autocue, ese aparatito que nos permite leer los textos directamente de la cámara no se incorporó a los estudios de TVE de forma generalizada hasta… ¡mediados de los ochenta! Todos los presentadores utilizaban la técnica que el propio Sancho definía como “el bebe-patos”, es decir, leer del papel directamente y levantar la vista tanto como fuera posible para no perder el contacto visual con el espectador. En esto los había mejores y peores y algunos habían perfeccionado la técnica o bien tenían una extraordinaria memoria que les permitía aprenderse una parte del texto hasta que las “colas” decidían entrar en imagen.
Eugenio Rubio (izda.) y Federico Gallo, los primeros presentadores del TD desde Barcelona |
En 1959 se inauguran los estudios de TVE en Barcelona, Miramar, que ayudan a descongestionar la sede madrileña del Paseo de la Habana, que además era minúscula. Con ello nace la conexión con Barcelona para los informativos, gran avance. En realidad funcionaban como dos boletines diferentes, no había una comunicación fluida entre ambos estudios porque la técnica lo impedía así que se daba paso a Miramar donde Federico Gallo y Enrique Rubio esperaban pacientemente a que el enlace hertziano funcionara sin demasiadas interferencias para contar lo suyo. Parece poca cosa pero esta conexión permitía una información más plural (dentro de lo que permitía el Franquismo, claro) y una ampliación del territorio tanto en la difusión de la señal como en la propiamente periodística, ahora era posible ofrecer noticias de Cataluña y alrededores el mismo día.
Los primeros tiempos del Telediario fueron realmente heroícos, un pequeño grupo de periodistas luchaban (en general) por ofrecer información a pesar de la censura y los técnicos intentaban solventar con más ingenio que presupuesto todos los problemas tecnológicos que se presentaban y que limitaban enormemente su labor diaria. De todo aquello sólo nos quedan imágenes de reportajes grabados para explicar cómo se hacía un informativo. Eduardo Sancho es el único que queda vivo del trío inicial de presentadores y su testimonio es fundamental para recordar el inicio de todo.
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